miércoles, 25 de marzo de 2009

Los padres y la educación.

Nadie duda de que la primera educación y la más importante se recibe en el seno familiar. Ésa es la que queda mejor grabada en el niño porque, entre otras cosas, pasa la mayor parte de sus primeros años en el hogar, en contacto con el resto de miembros de la familia. El modelo de educación que reciba entonces será decisivo para el futuro, y la familia debe tener conciencia clara de lo que quiere inculcar a sus vástagos.

Por supuesto, cada unidad familiar elegirá el tipo de educación que desee. Pero a veces sucede que, a pesar de todos los esfuerzos, no somos capaces de ejercer efectivamente el papel educador desde casa, parece que los hijos se nos escapan de las manos, y así es en multitud de ocasiones.

En esa tesitura, el colegio poco puede hacer por remediarlo. Su labor es más de tipo profesional; debe tratar al niño como alumno, siempre teniendo a la vista su dimensión de persona, y siempre procurando acuerdos y objetivos comunes con los padres. Pero su labor se centra sobre todo en instruirle y facilitarle el aprendizaje.

Para evitar que los niños encuentren contradicciones entre dos procesos educativos diferentes, los padres deben atender a sus necesidades como persona, construirles como individuos; darles el cariño y atención que necesitan sin exageraciones, y mantener una actitud firme, aunque comprensiva; exigente, no permisiva, y mucho menos temerosa de las posibles reacciones adversas del niño. Deben inculcar el respeto y la educación -cortesía-, que le serán muy útiles en el futuro para sus relaciones sociales.

El niño que no es respetuoso con las personas ajenas al clan familiar tampoco lo es -no nos engañemos- con su propia familia. Los padres tenemos el deber moral de hacer de él una persona provechosa para la sociedad, válida como ciudadano que aportará lo mejor de sí mismo cuando llegue el momento. Por eso, actitudes como el amor al trabajo, la responsabilidad, la valoración del propio esfuerzo y del de los demás, la cooperación para obtener fines comunes, etc., son valores que, empezando en casa, continúan su progresión y desarrollo en la escuela.
Mª Luisa Ferrerós
Es difícil a veces conseguir esa uniformidad de criterios. Para ello debe guiarnos única y exclusivamente el beneficio del niño, su futuro como individuo personal y social, en ningún caso
nuestra comodidad o complacencia. Debemos estar siempre un paso por delante, para evitar y corregir errores de bulto. Anticipar para prevenir y así obtener los mejores resultados.

¿Cómo se hace eso? Con sentido común, sobre todo. Hay multitud de publicaciones en el mercado que nos pueden dar pistas si nos vemos desorientados, pero nada como la intuición paterna o materna para saber en qué estado están las cosas. Os dejamos aquí una información
sobre una de tantas publicaciones que tratan este difícil tema de la educación de los hijos. Parece interesante.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Hasta siempre, Fortu.

lunes, 9 de marzo de 2009

Resolución de conflictos

En los colegios, como en tantos otros sitios donde se agrupan personas, no son raros los pequeños conflictos, que pueden surgir por mil y un motivos. Si además se trata de infantes, las causas nos pueden parecer a veces surrealistas. Pero no nos engañemos: esos desacuerdos son importantes para ellos, los sufren y consideran como si fuera lo único importante en ese momento. Por eso conseguir una solución adecuada al conflicto es necesario para el buen funcionamiento de toda la organización escolar.

Estamos demasiado acostumbrados a ver a los niños "arreglar" problemillas por la vía rápida. En cuanto te descuidas, aparecen el honor herido y las ganas de recuperar la honrilla con métodos poco ortodoxos. A menudo nos involucramos los mayores, por obligación profesional. No son pocas las veces que hay que emplear bastante tiempo en solucionar pacíficamente asuntos que derivaron por derroteros complicados. Pero eso no es lo deseable.

Es preferible que los propios alumnos adquieran la capacidad de reaccionar de forma acorde al problema, siempre anticipando conductas de diálogo y análisis del problema. ¿Difícil de conseguir? Claro, pero en ello estamos. Somos conscientes de que a los niños les gusta resolver ellos sus problemas, sin que tenga que venir un adulto a poner paz. Sólo tenemos que darles las herramientas apropiadas para que lo consigan.

Y lo estamos haciendo, entre otras cosas, con la creación de un grupo de mediadores: alumnos y alumnas mayores (seis), elegidos por ellos mismos, que reúnen las cualidades necesarias para ayudar a resolver un conflicto. Ellos no solucionan el problema, no se trata de eso, pero ayudan a los chicos que tienen el conflicto a resolverlo ellos. Y a los implicados en el lío les gusta saberse capaces de resolverlo por sí mismos, con ayuda de unos iguales.

Este grupo de mediación sabe perfectamente -porque hay una labor previa de formación- lo que es un mediador: alguien que ayuda a otros a comunicarse mejor, que sabe escuchar y transmite tranquilidad, alguien en quien se puede confiar, que es responsable, que es objetivo y no toma partido por ninguna de las partes en conflicto. Sobre todo, ellos quieren ser mediadores útiles. También saben muy bien qué no es un mediador: alguien que le dice al otro lo que tiene que hacer, que interrumpe el diálogo, que juzga, que manda o impone castigos.

¿Que es difícil encontrar niños y niñas que reúnan estas características? No tanto. Los tenemos y están haciendo muy bien su trabajo. Y lo mejor, sus compañeros confían en ellos para resolver los pequeños problemas cotidianos. Les buscan y tienen ya hasta su propio despacho, donde figuran sus nombres. Desde que han comenzado a actuar, se respira mucha más confianza y autonomía en el ambiente. La convivencia en el centro va por muy buen camino, y la contribución a la misma de este grupo es inestimable.

lunes, 2 de marzo de 2009

RECORDANDO MI PASO POR EL C.P. MARGARITA XIRGU

1983 fue un año en el que se incorporaban a E.G.B cientos de niños en Móstoles. Había serios problemas de plazas escolares, era imposible acceder a clases de 4 ó 5 años si no eras familia numerosa.

A los que nos tocó el C.P. Margarita Xirgu sufrimos una decepción, ya que el colegio no existía, unos terrenos era todo lo que veíamos. Nos aseguraron que en Septiembre estaría terminado y empezarían las clases como en los demás colegios. No fue así, los niños se incorporaron más tarde.

Nos encontramos unos padres jóvenes, con unos profesores en su mayoría muy jóvenes con los que nos tuteábamos (eso no pasaba en nuestra época) y con los que era fácil comunicarse.

Algunos profesores pensaban que venían al “Bronx”, luego comprobaron que sólo éramos gente modesta que no había conseguido un piso en Madrid.

En los primeros días de clase, padres que ya tenían hijos mayores comentaron la necesidad de formar un “APA”. Y así se hizo. Algunos eran padres en el paro que disponían de más tiempo libre y otros en su mayoría mujeres, muy preocupados por la educación de sus hijos. Hay que recordar que en aquellos tiempos uno de los principales problemas era la masificación de alumnos.

Poco a poco el APA fue una piña, colaboró con el profesorado en trabajos administrativos, en ideas, etc. Se formaron clases de inglés, teatro, fútbol, kárate… Se colaboró en horario escolar con talleres de cocina, telares y otros.

La relación entre profesores y APA fue como tiene que ser, cordial unas veces, con tirantez otras. Cada uno desde su posición coincidíamos o discrepábamos según qué cosas, pero siempre con respeto.

Está feo que lo digamos, pero el Margarita era un colegio muy combativo, con muchas actividades. Por eso decidimos colaborar muy activamente en el Centenario de Margarita.

Contactamos con Nuria Espert, que tantas veces ha representado papeles de la Xirgu. Ella nos remitió a Antonina Rodrigo, su biógrafa, que nos dio una preciosa charla y vino acompañada de la sobrina de García Lorca.

Hicimos una gran exposición con material donado por la fundación March. Pedimos colaboración económica a firmas comerciales de Móstoles, como cafeterías, agencias de viaje etc. De esa manera pudimos llevar a cabo obras de teatro de padres, de alumnos, talleres, etc. Fue precioso.

De todo aquello, fiestas, reuniones, charlas, manifestaciones, etc. guardamos un grato recuerdo.

Nuestros hijos crecieron viendo cómo “lo suyo” era muy importante para nosotros. (Los días de “padres” había siempre largas colas para hablar con el profesor).

Conseguimos muchas cosas buenas, y también conseguimos amigos, muy buenos amigos.

¡Felicidades Margarita!

E. Mínguez (antiguo miembro del APA)