
Estamos demasiado acostumbrados a ver a los niños "arreglar" problemillas por la vía rápida. En cuanto te descuidas, aparecen el honor herido y las ganas de recuperar la honrilla con métodos poco ortodoxos. A menudo nos involucramos los mayores, por obligación profesional. No son pocas las veces que hay que emplear bastante tiempo en solucionar pacíficamente asuntos que derivaron por derroteros complicados. Pero eso no es lo deseable.
Es preferible que los propios alumnos adquieran la capacidad de reaccionar de forma acorde al problema, siempre anticipando conductas de diálogo y análisis del problema. ¿Difícil de conseguir? Claro, pero en ello estamos. Somos conscientes de que a los niños les gusta resolver ellos sus problemas, sin que tenga que venir un adulto a poner paz. Sólo tenemos que darles las herramientas apropiadas para que lo consigan.
Y lo estamos haciendo, entre otras cosas, con la creación de un grupo de mediadores: alumnos y alumnas mayores (seis), elegidos por ellos mismos, que reúnen las cualidades necesarias para ayudar a resolver un conflicto. Ellos no solucionan el problema, no se trata de eso, pero ayudan a los chicos que tienen el conflicto a resolverlo ellos. Y a los implicados en el lío les gusta saberse capaces de resolverlo por sí mismos, con ayuda de unos iguales.

¿Que es difícil encontrar niños y niñas que reúnan estas características? No tanto. Los tenemos y están haciendo muy bien su trabajo. Y lo mejor, sus compañeros confían en ellos para resolver los pequeños problemas cotidianos. Les buscan y tienen ya hasta su propio despacho, donde figuran sus nombres. Desde que han comenzado a actuar, se respira mucha más confianza y autonomía en el ambiente. La convivencia en el centro va por muy buen camino, y la contribución a la misma de este grupo es inestimable.