¡Si supiérais lo que lloré cuando me mandaron al Margarita como interina! Aún recuerdo cuando llamé al colegio por teléfono para comunicar que ya había firmado mi contrato: me dijo el Jefe de Estudios que sería bueno que pasara por el centro para nos conociéramos todos, pero a mí no me daba tiempo a llegar desde Leganés porque era viernes, muy tarde, y le dije que no podría ir hasta el lunes. ¡Qué alegría me dio cuando me dijo que el lunes siguiente no se trabajaba por ser fiesta local -eso retrasaba un día más mi llegada (bien)-!
Mi llegada al colegio, pues, coincidió con el primer día de clase de los niños, y a las 9 de la mañana había mucho movimiento por los pasillos y escaleras (la plantilla no estaba completa y el equipo directivo se estrenaba ese curso). Recuerdo mi preocupación por no haber trabajado nunca en un centro ordinario, venía de un centro de Educación Especial. El Director, mientras subía las escaleras de dos en dos, me decía: "no te preocupes; viniendo de donde vienes, esto es mucho más sencillo". Y así fue. Lo que al principio eran lágrimas se tornaron en momentos inolvidables, anécdotas infinitas y recuerdos entrañables.
Aunque hace muchos cursos que pasé por ahí, aún hoy conservo las buenas amistades de entonces y en mí ha dejado huella aquel maravilloso año.
Azahara
2 comentarios:
Trabajar a gusto en un colegio... no tiene precio. Eso nos enriquece a todos.
Siempre he dicho que a los maestros (sigo llamándolos así, que es un concepto muy bonito) habría que hacerlos un monumento en la plaza mayor de todos los pueblos.
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