miércoles, 3 de diciembre de 2008

El naranja es mi color

Fue casi por casualidad que aparecí en el Margarita Xirgu.

Como funcionario sujeto a normativas, tenía que pedir destino después de varios años trabajando entre Madrid y Móstoles. Desde luego, como nombre para un colegio público, Margarita Xirgu era sin duda el mejor de todo Móstoles, así que me pareció una buena opción solicitar una vacante como profesor.

Cuando llegué, el colegio llevaba siete años de andadura y yo rondaba la treintena. En aquel entonces no existía la Educación Infantil, tampoco la Primaria. Había Preescolar y E.G.B., y los alumnos se quedaban hasta los 14 años en el colegio (bueno, algunos hasta casi los 16).

El colegio ya tenía una bien ganada fama en toda la zona Sur, y es que fuimos centro pionero en la integración de alumnos con necesidades educativas especiales –ahora el programa está instaurado en todos los centros educativos-; fue una labor destacable y un gran empeño de toda la comunidad escolar del centro.

Éramos más gente que ahora, la natalidad estaba en todo lo alto. El Claustro lo formaban cerca de cuarenta compañeros. Había hasta tres clases por nivel en 6º, 7º y 8º, y los alumnos mayores eran más altos que yo. Todavía recuerdo perfectamente los nombres y las caras de los niños y niñas de mi primera tutoría de 6º.

Ya teníamos sala de Informática y se trabajaba el “Proyecto Atenea”, novedoso y exclusivo en la época. Los ordenadores no tenían ni sistema operativo (había que cargarlo con un disquette), pero se siguieron utilizando hasta 2001, y todos los que pasamos por ahí hicimos así nuestros pinitos con las nuevas tecnologías.

Desde entonces han pasado 18 años; los compañeros han ido y venido, y algunos permanecen. Todos me han aportado sabiduría y algunos me han distinguido con su amistad. Ha habido momentos para todo y para todos. Recuerdo especialmente a los compañeros que después de muchos años volcados en esta hermosa profesión han decidido dedicarse más tiempo (Josefina, Laura, Esther, Fortu, Teresa, Ángela, Isi, Arcelia y Pilar –descanse en paz-).

Ahora tengo como compañeras de trabajo a antiguas alumnas, y como alumnos a los hijos de aquellos niños y niñas… y uno no sabe bien cómo se ha pasado tanto tiempo y tan deprisa.

Veo que nuestros alumnos disponen de más y mejores medios de aprendizaje, de profesionales cada vez más preparados y veo, sobre todo, que en ellos están volcadas las esperanzas de futuro de nuestra comunidad. Disfruto con cada una de sus metas conseguidas (sus notas cuando son buenas, sus trabajos bien ejecutados, sus resultados deportivos –son el “dream team” y por eso el naranja de sus camisetas es mi color-), y pienso: “todo lo que queda por hacer…”.
A.C.