lunes, 15 de diciembre de 2008

Los Reyes Magos sí existen

Una bonita historia para todos aquellos que algún día tengáis que contarla.

Los Reyes Magos son verdad.

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papá?
- Sí, hija, cuéntame.
- Oye, quiero... que me digas la verdad.
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?


El padre se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso...
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre .
- Entonces no lo entiendo, papá.
- Siéntate y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado. La niña se sentó entre sus padres, ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:


"Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que dijeron:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que son.
- ¡Oh, sí! -exclamaron -. Es una buena idea, pero, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito...

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo. Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres-.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices".

Cuando el padre hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Lo que cuesta es lo que vale

Esta frase, que bien podría ser una sentencia latina, es la que me decía mi madre cuando, en mis años escolares, me lamentaba por la cantidad de tareas que tenía que hacer, por las dificultades para resolver un problema, por la inminencia del siguiente examen...

- "Lo que cuesta es lo que vale". Con este aforismo me venía a decir que tan importante como el resultado es el proceso, y más, que no hay éxito sin esfuerzo permanente. En aquellas pocas palabras estaba encerrado un tratado completo de pedagogía aplicada.

Aquella generación de padres nos enseñó a superar las dificultades sin rendirnos a la primera, a valorar el esfuerzo propio y el de los demás, a perseverar -palabra en desuso- para conseguir las metas, y a saber esperar las recompensas, recompensas por algo merecido.

Hoy los padres somos nosotros, pero creo que en algún lugar del camino hemos perdido el rumbo: nuestros niños y jóvenes no soportan la más mínima frustración, y eso no hay sistema educativo que lo arregle. Entre todos estamos haciéndoles más dependientes, menos responsables y más exigentes. Esta temporada, por poner un ejemplo, se emite un anuncio -de telefonía, o algo así- en el que el protagonista dispara una frase cargada con lo que podríamos llamar el "signo de los tiempos": - "¡Lo quiero todo y lo quiero ya!".

¿Es ése el camino que estamos marcando? Como decía ayer Carmen Rigalt en la última de El Mundo, "La educación de los padres es causa primerísima de la educación de los hijos. [...] No nos engañemos: un niño idolatrado es un tirano incompatible con el sistema educativo".

Afortunadamente, todavía hoy hay madres -entre las que cuento a la mía- que siguen diciendo a sus hijos: - "Lo que cuesta es lo que vale".